lunes, 7 de octubre de 2013

TACTO PRENDIDO

Qué deleite eran las noches,
las estrechas horas de desvelo,
las taras escondidas en las sombras.

Aún abrigo el tacto obtuso 
de mi piel inaugurada por tus manos.
Aún el enigmático suicidio de los párpados
cuando acechaba el beso.

¿De qué sirvió la ambivalencia
que no pudo impedir el crimen?
Pudiendo tu cuerpo del mío
destilar toda inocencia.

Con cada roce de tu piel
caía una mentira.
La humedad de tu boca deshizo
lentamente, todas las dudas,
y en mi renacieron bajo el cariz
de una verdad harto tiempo codiciada.

Y en tus brazos de hombre juicioso,
bajo tus piernas versadas en sábanas,
entre el vaivén de tu sexo,
me dejé ufana morir hasta el éxtasis.
Resurgiendo nueva con fémina naturaleza.

¿Quién te nombró cancerbero 
de mi secreta concupiscencia?
¿Acaso yo en mi locura?
Locura de haberte amado,
siempre, hasta la hiel.

Por los resquicios de mi olvido
aún escapan aterrados
mis bisoños suspiros
tus gastados gemidos,
ambos amparados por las notas
de aquella canción,
siempre, nuestra.

¿Con qué saliva,
con qué esperma,
o quizás,
con qué improbables palabras,
con qué insólita ternura,
podría yo sepultar la noche blanca
que inflamó mi corazón?
Sino me atañen ya 
la honestidad de sus pasiones,
ni el inviolable amor que ofertan,
ni la inaudita admiración que profesan.

¿Qué me valen sus versos,
sus respetos, sus tentativas?
Si todo aquello que ambiciono
empieza y 
acaba
con el tacto de tu piel?

Vesper

1 comentario:

  1. Te prometo que ayer, en cuanto te leí en mi blog, vine a saludarte, comentario mediante. Pero no sé qué pasó o qué no pasó. Muchas gracias por regresar. Y sí, te eche de menos.

    Gran beso

    Mario

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